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El poder de la seducción

Seguro que un montón de veces o al menos alguna en nuestra vida, hemos tenido de la sensación de estar “vendiéndonos” mal, ya sea a nosotros mismos o nuestro propio producto o servicio, en el que teníamos puestas grandes expectativas e ilusiones. ¿Estamos siendo poco seductores? ¿estamos enfocando mal aquello que queremos vender? Vamos a irnos por unos minutos a los años 60, en estos años nacieron los “potitos” o “tarritos” de frutas para bebés. El consumidor final es el bebé y los compradores los progenitores. Nosotros, que vamos a imaginar que somos los emprendedores e ideólogos de este producto, creemos firmemente que el verdadero beneficio está en el ahorro de tiempo que va a suponer para la mamá y

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La letra de la Ley

Recuerdo el primer día de mi entrada a la Facultad de Derecho cuando antes de que mi culo, no encuentro otro sustantivo más adecuado para referirme a las posaderas, se hubiera mínimamente adaptado al asiento del pupitre, el profesor de Derecho Romano emitió el siguiente aforismo “no existe nada más que lo que contiene la letra de la ley”.  Sigo estupefacto, después de toda una vida ejerciendo el Derecho, al observar como muchos juristas se conducen con arreglo a dicha falacia.  Una cosa es que no se deba salir del marco que las propias leyes construyen cuando se tengan que interpretar y/o aplicar y otra cosa es desconocer que el Derecho es un medio y nunca un fin es si

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Lo que dura un parpadeo

Un parpadeo dura, según los expertos, alrededor de 300 milisegundos. 500 milésimas de segundo es medio segundo, lo sé porque mi intuición se ha visto apoyada por Internet, esa herramienta que se ha convertido en el “ser de las cosas”.  Parece increíble que prácticamente lo que dura un parpadeo le es suficiente a nuestro cerebro para cuestionar miles de estudios jurídicos y científicos sobre la libre determinación de la voluntad, su relación con la causalidad y la propia existencia del Derecho Penal.  Medir el umbral en el que un estímulo se hace consciente es lo que a últimos de los años setenta del siglo pasado, – debe de ser por no tener nada mejor que hacer- se le ocurrió al

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Lo que ves o lo que tu cerebro quiere ver

Hace poco me llamaba mi amigo Pablo para comentarme que en su empresa estaban haciendo recortes y que había cierto número de personas que corrían peligro, en concreto unas 24. Obviamente nuestra conversación estuvo dirigida a “cuantificar” cuánto de importante era su puesto y si había otros que serían más prescindibles, como es lógico también comentamos qué opciones había de conseguir otro puesto o incluso la posibilidad de tomarse un tiempo para “reinventarse”.  Una semana más tarde me llamó súper animado para compartir conmigo que había tenido una reunión de “tú a tú” con su jefe y que pensaba que era prácticamente imposible que él fuera de los “sacrificados” porque por lo que le había notado, el tipo de conversación

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